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martes, 8 de diciembre de 2015

De Frente a la Fiera (Las Andanzas de Aysha)




"El destino, como la muerte, es inevitable... por más que se evite, por más que se intente escapar al final siempre lo encontramos de frente".



Anayra Pimentel Rosario
El Final


Las cosas para Aysha iban de bien en mejor, según los planes que ella se había trazado. Casi como de la nada había conseguido este segundo trabajo que encajaba muchísimo más en su futuro anhelado que simplemente trabajar esperando un poco de dinero al mes. No obstante, había algo que la atormentaba y que por más que quisiera exiliarlo en el fondo de sus pensamientos, siempre encontraba la manera de resurgir clavándole una espina en el corazón.


Aún no había llegado la oportunidad de tener un encuentro con su cliente estrella; según lo que le habían comentado Matias  y José, su jefe, el hombre en cuestión era bien ocupado; un hombre de negocios; negocios muy importantes y caudalosos. En un sentido, ella estaba excitada, emocionada por conocer a su cliente; por el otro, estaba algo asustada y temerosa. Y no se le podía culpar: sólo era una chica jugando a ganar contra el destino... sin experiencia previa.



Las dudas la asaltaban cada noche cuando se acostaba; su cerebro empezaba a trabajar a mil por horas, fogoneando su imaginación con toda suerte de futuros hipotéticos; su afición por los libros de narrativa fantástica en esos momentos se convertía en su mayor defecto y en el más grande aliado de su miedo. Se imaginaba enfrentada a un minotauro despiadado y hambriento que terminaba persiguiéndola por el Laberinto de Cnosos; o siendo la cena de un vampiro sediento de sangre fresca; en su interior sabía que la cosa no iba a pintar tan fantástica, y lo que más la aterrorizaba era termina en una mazmorra llena de cachivaches de tortura, siendo la esclava sexual de un sádico cruel. 



Le dolía cada paso que daba en pos de un futuro tan incierto, aunque también le gustaba; sentía que había nacido para eso: disfrutar de todos los placeres mundanos que se le podían ofrecer. Las últimas visitas que había dado a los salones de belleza y spa de lujo la tenían deslumbrada. Cada pocos minutos miraba sus manos y admiraba el trabajo casi orfebre que habían hecho unas jóvenes muy solicitas y educadas. Podía sonar como una chica frívola y sin sentido, pero esos lujos era lo que le quitaba el miedo ante el incierto porvenir que un día se iba a materializar ante ella. 



Aunque seguía asistiendo al trabajo como promotora turística en que trabajaba Matías, José el dueño le daba la mitad del día para que fuera a la clínica de dermatología a eliminar los rastros de una infancia sin muchos cuidados. Él quería poner ante su principal cliente un envoltorio casi perfecto, y ya lo estaba logrando. Aysha tenía un cuerpo delgado por naturaleza, aunque no terminaba de ser una belleza despampanante cautivaba con ese yo no qué que brotaba por sus ojos y su sonrisa.  



Cada día que pasaba, cada visita a un spa nuevo, cada reloj, cada pulsera, cada cartera, cada dólar que depositaba en su cuenta de banco, enterraba un poco más sus temores y su miedo, en un profundo abismo adormecido por la felicidad de lo vano. A medida que pasaba el tiempo, y luego de cambiarse a una lujosa villa a orillas del océano propiedad de su "dueño" como ella lo llamaba, los insomnios iban desapareciendo, y Aysha sumergida en enormes sabanas de lino de un blanco purisimo se abandonaba en los brazos de Morfeo con la confianza de un niño de pecho. 



Ya tenía más de dos meses desde que había hablado con José sobre este asunto, y un mes completo viviendo en la villa, cuando cierta noche Aysha se fue a la cama tan despreocupada como siempre. Esa día había recibido otro regalo de su "dueño", aunque esta vez la había dejado decepcionada ya que después de tantos regalos fastuosos, collares cuajados de diamantes, anillos que deslumbraban y estancias llenas de flores, le enviaba una simple cadena de oro con un dije redondo hecho de filigrana. Era un colgante precioso, de esos que te hacen pensar en elfos y en la Tierra Media de Tolkien. Después de sentirse decepcionada, amo su medallón y decidió no descolgarlo de su cuello nunca más. Pues se había ido a acostar con su medallón puesto y una bata blanca de algodón, algo cómodo. Se quedó dormida casi enseguida. 



No creía tener mucho rato dormida cuando presintió sobre ella esa fuerza; en su duerme vela sintió sobre ella una mirada, profunda, concentrada; un miedo atenazante asaltó su corazón y espabiló todo rastro de sueño; se removió en la cama incomoda por lo que ella creía el comienzo de un mal sueño y, decidida a abandonar la cama, se levantó...



Aysha se quedó de piedra a camino entre su cama y el suelo, el mar de sabanas blancas arremolinadas a su alrededor y el cabello despeinado sobre sus hombros y espalda... no sabía como reaccionar... no sabía sí gritar... no entendía porque su cuerpo y su cerebro no lograban conectarse en un movimiento, uno solo... simplemente se quedó así, sin moverse, cual estatua griega. Frente a ella, descansando en uno de los estantes de la cama, estaba un hombre: delgado, alto, de cabellos oscuros, y esos ojos: grandes y rasgados de color café fijos en ella. Tuvo una especie de dejavú y su memoria corrió a la noche en que visitó el muelle hacía como tres meses y ahí sí sintió miedo, el mismo miedo alarmante de esa noche... reaccionando de la misma manera: CORRIENDO. 



Corrió por todo el pasillo sin mirar para atrás; su mente estaba fija en la puerta de salida; se creía a salvo sí lograba alcanzar la garita de los vigilantes y alertarlos del intruso. Vio el cielo abierto cuando gritando logró que unos de los guardianes viniera a ella corriendo y la recibiera protector. Luego de que les contó lo que pasó, tres de los guardianes revisaron la casa, y volvieron alegando que dentro no había ningún intruso. Aysha pensó que tal vez el hombre se había escapado cuando ella corrió afuera. Pero igual hizo que uno de los guardianes fuera con ella hasta la casa, no quería volver sola pues aún tenía mucho miedo. Cuando entró a su habitación, no vió ni rastros del intruso y se tranquilizó. El guardián salió y cerró la puerta, y Aysha extrañada lo escuchó hablar en el pasillo. -Está un poco asustada, sidi- dijo el corpulento ex-militar, -No te preocupes, fue mí culpa... vuelve a tú trabajo... yo resuelvo esta situación- escuchó responder aterrorizada la joven. Miró para todos los lados buscando una vía de escape y no encontró ni una, a excepción del balcón que daba justamente al océano, pero ella no quería morir. Su corazón se hizo añicos en el suelo de mármol de la habitación cuando escuchó el clic de la puerta al abrirse y otro clic al volver a su sitio. Por entre sus cabellos, ya que tenía la cabeza gacha sobre el pecho, vio como una alta figura de acercaba a ella lentamente como cauteloso; sintió su respiración fuerte y varonil por encima de su cabeza cuando lo tuvo enfrente; Aysha no tenía fuerzas, estaba como obnubilada, no sabía que hacer, y la verdad era que sentía una especie de pesadez en el cuerpo que la inmovilizaba por completo. Sus fuerzas la abandonaron cuando sintió sobre sus hombres una manos grandes y fuertes. 





*     *       *




Aysha despertó adolorida, como sí hubiese corrido una carrera contrarreloj por su supervivencia; se desperezó todo lo que pudo en su mullido lecho, despidiendo el rastro de sueño que aún aguardaba en sus pupilas. Se decidió a levantarse, y darse una ducha fría. Casi se había olvidado de su experiencia de anoche, pero el hombre sentado en el taburete a los pies de su cama se lo recordó con solo una fiera mirada. "Pensé que había sido un mal sueño" murmuró Aysha casi para ella misma... "Pues no lo fue, mi bella huésped... yo no soy producto de una pesadilla pasajera... soy real... y te tengo aquí" le respondió el hombre con una voz profunda y ronca. 



Aysha pudo notar que el hombre en cuestión no era ningún intruso en la casa... en cambio era el "dueño"... y según sus palabras lo era de la casa y parece ser que de ella también. Ella volvió a sentarse en la cama, puesto que quería asimilar su raro encuentro con su "dueño"... cuando lo sintió rodearla con sus manos, creando con su cuerpo una especie de trampa a su alrededor, y agachándose hasta ella le murmuró en los oídos: "Espero que no estés pensando en escapar... anoche casi rodaste por las escaleras... y te quiero viva" y se levantó. Ya casi iba a salir de la habitación, cuando volteó por última vez, y le dijo un poco más alto:



-Por cierto, mi nombre es Hamad Al Shabrij, pero quiero que me digas habibe a partir de hoy- y cerrando delicadamente la puerta dejó a Aysha un tantito confundida y... excitada?



El futuro parecía estar alcanzándola, o ella al futuro... todo depende de quien tenga la carrera... Aysha tenía ante ella un peligro, unos ojos que la miraban como a una presa... y ella había aceptado gustosa ser su propiedad... pero ¿qué quería este hombre dueño de un poder tan subyugante?... ¿saldría Aysha bien librada de sus manos?... nadie sabe lo que ha de ser... solo los dioses, que aparentan jugar al azar con la vida de los mortales, saben del futuro, de los que nos va a tocar.



Aysha continuará su vida, viviendo mil aventuras, millones de sueños nacerán junto a ella. 






Recuerden: SEAN AGRADECIDOS!





  

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